A veces uno tarda demasiado en volver a los restaurantes. Un restaurante es un negocio vivo. Al menos a veces. Gastroadictos ha evolucionado y yo he tardado más de lo que debía en darme cuenta. En mi primera visita conocí un restaurante que empezaba a caminar y un cocinero con más ambición que acierto. Tres años después me he encontrado un negocio consolidado y un profesional más seguro de sí mismo, más relajado y mucho más acertado en la propuesta.

Para empezar, esta terraza ha ganado en prestancia hasta convertirse en el comedor principal del restaurante. Ya era así antes de la pandemia y también incluso durante el invierno. Es tan agradable que nadie quiere pasar al comedor interior. Luego está lo importante, la propuesta gastronómica. En este terreno el primer acierto de David Marqués ha sido abandonar el cambio semanal del menú. Construir un buen plato es algo demasiado importante como para ponerle una caducidad tan breve. Sobre todo si no has podido buscarle un relevo digno. Ahora David es más sensato y cambia de menú según lo va marcando la temporada. Además, ha reducido servicios y abandonado la docencia. Está más centrado en cada plato y el nivel de las recetas ha subido muchísimo. Además, parece haber encontrado el equilibrio para gustar al turista que viene de València y al vecino de Segorbe. Ambos persiguen cocinas distintas. Si vienes de la capital buscas la oreja y la olla, pero si eres de Segorbe y tienes eso al alcance de tu mano, cuando vas al restaurante quieres el ceviche y la lubina. Es normal. Uno pide en el restaurante lo que no tiene en casa. Para satisfacer ambos públicos, David plantea un menú único donde el terruño está muy presente pero que ofrece toques de creatividad. En ese menú aparece, por ejemplo, el jamón de Segorbe. Pero no loncheado sino en una fina capuccina. Terruño. Junto a él una berenjena de altura elaborada en una suave crema con queso de Almedíjar y mojama. Pero también un curry de albóndigas o un cucurucho de sepia. Personalmente prefiero al David de las raíces, el que saca los fondos y los guisos del bar de sus padres, pero entiendo que debe haber sitio también para el más juguetón, el que busca y experimenta en platos como la piña colada.

El menú infantil es, con frecuencia, el agujero negro de los restaurantes. Cuando más importante es el restaurante, menos atención le prestan a lo niños. Es normal ofrecerles las cosas que a ellos más les gusta: la pechuga empanada, la hamburguesa, los espaguetis… Como a los adultos les ofrecen los platos que la propiedad cree tendrán más éxito. Pero niños y mayores merecen el mismo cariño y la misma calidad. En Gastroadictos lo tienen tan claro que acabé robando a mis hijas parte de sus croquetas y de su carne empanada.

Volveré pronto a Gastroadictos. Si sigue evolucionando no quiero perdérmelo.