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Alfons García03

Las buenas intenciones

Las buenas intenciones

Los días tienen sus golpes. Oír que el hijo de un conocido tiene los días contados por un tumor intratable amarga. No lo has visto en tu vida, pero sientes la punzada de angustia. En esos momentos el mundo parece detenerse y piensas: hay que vivir al día, aprender a olvidar y dedicarse a lo que reconforta; esto pasa rápido y no sabes dónde estará tu esquina de la muerte. Las buenas intenciones. Diez minutos más tarde vuelven los problemas cotidianos y el plan de reforma vital es pasado.

Denostamos a los políticos, pero son solo como los demás. Los imagino con unos informes con datos sanitarios y económicos para la preocupación. Piensan entonces que han de tomar grandes decisiones y escuchar a los otros partidos en busca de soluciones compartidas que tranquilicen a la sociedad. Pero diez minutos después van al Congreso o a las Corts, escuchan un puñado de improperios y el siguiente lo profieren ellos. Las buenas intenciones, olvidadas.

Ana pasa por delante de casa cada mañana con sus dos hijos camino del colegio. Algunos días entra en misa. Otros se va directa al hospital. Cuando una vecina mayor se contagió de covid en la primera ola, ella se interesaba por su estado casi todos los días, le aconsejaba y le comentaba sobre la enfermedad como médica. Hace unas semanas nos envió por Whatsapp un mensaje para seguir un acto de Vox. Pregunté. Es más que una simpatizante, colabora con la organización del partido. Le han ofrecido ir en alguna lista. No le faltan buenas intenciones. Diría que es buena gente, pero... (no encuentro más que unos puntos suspensivos). Esto es 2020. No es tiempo de lamentaciones. Es tiempo de hechos.

Hechos. Pablo Casado ha tomado partido. Ha abierto un océano con Abascal. Pero el verdadero viraje se verá en Madrid, Andalucía o Murcia. ¿Qué pasará con esos gobiernos? No es la primera ocasión que el líder conservador gira al centro. Pero hasta ahora le ha costado mantenerse en ese espacio ante la presión populista y radical. Ahora va en serio, dice su equipo.

Lo bueno de esta semana de censura es que deja a la extrema derecha arrinconada. Sola y lejos de los demás grupos con un discurso sin máscaras contra Europa, los organismos internacionales y las autonomías. Lo bueno o lo malo, porque la ultraderecha española se mira en el espejo de Trump: en cómo creció y ganó. En algún momento de la función dio la impresión de que Abascal quería que le aplicaran el cordón sanitario. Quería salir del Congreso como el rostro de los que se sienten fuera de la política ‘normal’ en el tiempo más complejo de las últimas décadas. Abascal no necesita al resto de la derecha para crecer, pero PP y Ciudadanos lo necesitan para gobernar con tranquilidad. Pueden aborrecerlos, pero tendrán que aceptarlos. Lo sabe.

Quisiera creer que hay buenas intenciones en Abascal , pero su receta de laboratorio de nueva derecha radical anima a pensar que los intereses partidistas han primado. Si la destrucción de España empezó con Rodríguez Zapatero, eso dijo, se puede intuir qué duele a la extrema derecha: las libertades civiles y el intento de un nuevo marco de relación con Cataluña. O sea, el matrimonio gay, la ley de Igualdad, la de Memoria Histórica o la regulación de inmigrantes. O sea, la red de normas y derechos sobre la que ha crecido la llamada nueva izquierda, más atenta a minorías que a las tradicionales divisiones sociales. Su oferta es autarquía, orgullo de raza (Hispanoamérica antes que Europa) y excepción, porque situó a los demás en unas oligarquías políticas a las que llegó a acusar de favorecer el aborto, la pederastia y el antisemitismo.

Demasiado parecido a los mensajes de QAnon y otras estructuras para el fanatismo, el populismo y las verdades paralelas, que son los bulos de siempre. Cuesta detectar las buenas intenciones. Pero con un mensaje tan nítido y premeditado, creo que están donde querían estar después de esta moción de censura. Pienso en Ana, en los años 30 del siglo pasado, en todos los que creyeron bienintencionadamente en viejos movimientos autoritarios. Pienso que algo va mal cuando queda esta pegajosa sensación de superioridad moral hacia tantas Ana.

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