Calificación: * País: EE UU, 2019. Dirección: Roger Kumble. Guion: Anna Todd y Mario Celaya. Fotografía: Larry Reibman. Música: Justin Caine Burnett. Intérpretes: Josephine Langford, Hero Fiennes Tiffin, Dylan Sprouse, Selma Blair, Krimah Westbrook, Candice King, Charlie Weber, Max Ragone, Shane Paul McGhie, Rob Stes. Duración: 105 minutos.

El menú propio de un drama salpicado de pretendido erotismo que fracasa en su intento de llevar al cine, con el soporte de la novela de Anna Todd, las vicisitudes de unos personajes carentes de intensidad y de convicción. Segunda parte de After. Aquí empieza todo, que dirigió la novata Jenny Gage en 2019, la favorable acogida en taquilla que obtuvo ha originado una continuación que es más de lo mismo y en dosis, desgraciadamente, mucho menos satisfactorias. Tanto es así que lo que se ofrece no viene a ser otra cosa que una vulgar variante de la saga 50 sombras de Grey, pero con menos sexo. Y con el añadido de que los protagonistas tienen aquí una fragilidad mucho mayor y se sostienen sobre auténticos pies de barro. Todo el brillo que mostraba la cinta precedente desaparece en aras a las reiteraciones y a la artificiosidad de la trama.

Recurriendo a parte de los mismos actores, especialmente a Josephine Langford y Hero Fiennes Tiffin en los cometidos de Tessa y Hardin, nos convertimos en testigos de un romance carente de estímulos narrativos o estrictamente cinematográficos. La fórmula escogida para resucitar la historia de amor no ha sido otra que la acumulación de tacos saturados de motivos deliberadamente chabacanos, sin otro objetivo que impactar a un determinado sector de público, en concreto el de unos jóvenes adolescentes que tratan de abrirse un fácil pero degradado camino.

Buscar lo auténtico o lo real en una historia como ésta es tan inútil como ladrar a la luna. Hardin intentará hacer valer sus cualidades de conquistador en su afán por hacer de nuevo con el sexo de Tessa, que vuelve caer en la trama que se le tiende. Nada con un mínimo de entidad y que descubre al espectador los dominios del aburrimiento. Porque ese es el resultado cuando se confía todo a tres largas y tediosas escenas de cama, a varias rencillas familiares tópicas y a los desmadres verbales. En fin, literatura devaluada que, por desgracia, cosechó en Norteamérica un aluvión de ventas y transformada en un cine del que hay que ponerse a salvo.