El 19 de octubre, se conmemora el Día Mundial del Cáncer de Mama, cuya finalidad reside en concienciar a la sociedad acerca de la importancia en la investigación y el diagnóstico precoz de esta enfermedad. En la actualidad, el cáncer de mama es el tumor más frecuente en las mujeres occidentales, con una incidencia del 0,12 % entre las mujeres mayores de 15 años de España.

El año pasado, España sumó un total de 33.307 nuevos casos de cáncer de mama. Esto supone un incremento del 7,5 % respecto al total de nuevos casos diagnosticados desde 2012.

El cáncer de mama es un adenocarcinoma, es decir, un tumor originado en las células y estructuras de la glándula mamaria, que provoca que estas células se multipliquen sin control. Los dos tipos de cáncer de mama más comunes son: el carcinoma ductal infiltrante, en el que las células cancerosas se multiplican fuera de los conductos e invaden otras partes del tejido mamario; y el carcinoma lobulillar infiltrante, en el cual las células cancerosas se diseminan de los lobulillos a los tejidos mamarios cercanos. Los últimos estudios confirman, además, que entre el 5 % y el 10 % de los cánceres de mama están relacionados con mutaciones genéticas heredadas.

En la actualidad, la tasa de supervivencia a 5 años es superior al 90 %. Para ello, es vital un diagnóstico precoz, que se facilita con autoexámenes mediante la palpación de las mamas, en busca de algún bulto sospechoso. Sin embargo, la mayoría de estos bultos no son cancerígenos y se deben a otro tipo de afecciones médicas, como enfermedades fibroquísticas o quistes.

Resuelve tus dudas sobre el cáncer de mama

Con motivo del Día Mundial del Cáncer de Mama 2020, las psicólogas de la Unidad de Psico-Oncología de la Fundación IVO -Rocío Romero, Pilar Llombart y Ana García-Conde nos hablan de esta patología y de los aspectos relacionados con el apoyo psicológico tanto al paciente como al familiar.

La noticia inicial suele ser un golpe difícil de asimilar. ¿Qué impacto emocional tiene el diagnostico? ¿Cómo se deben tratar los primeros días?

Pilar Llombart: Al recibir la noticia, en un primer momento, la persona se queda paralizada y entra en un estado de shock, de negación e incluso de incredulidad. Es incapaz de asumir que el cáncer ha entrado a formar parte de su vida. Siente tristeza, ansiedad, insomnio, falta de apetito e incluso rabia.

Posteriormente, se define el plan terapéutico a seguir, que reside en dejar de interpretar el cáncer como una amenaza y considerarlo como un reto que la vida le plantea, siendo la propia persona la que decidirá qué actitud tomar ante esta situación.

Como es lógico, toda la atención recae sobre el paciente. Sin embargo, el camino hacia la curación afecta a la familia. ¿Hay que tratar también a los familiares?

Pilar Llombart: Considero que en este proceso, el paciente y la familia forman una unidad. Es decir, si el paciente sufre, la familia también. Desde nuestra perspectiva, no sólo el paciente sino también sus familiares requieren una especial atención.

Para los familiares, los motivos de este sufriemiento son el miedo, por tener que adquirir un nuevo rol repentino y sin preparación, por sentir una escasa confianza en su capacidad de cuidar y, sobre todo, por sentirse incapaces de poder llegar a controlar la situación. Muchos familiares consideran que la mejor manera de ayudar al paciente es fingiendo total normalidad, como si no estuviese ocurriendo nada. Sin embargo, esta actitud puede llegar a perjudicar a ambos.

Por lo tanto, es necesario considerar la familia como un equipo en el que la comunicación, el afecto, la comprensión y el entendimiento son cruciales para superar el diagnostico de un cáncer.

¿Como sabemos, la enfermedad genera un gran impacto en la vida de la persona, en qué medida podría cambiar sus creencias y valores?

Pilar Llombart: El cáncer es una enfermedad que implica un sufrimiento tanto físico como emocional. Ante ello, podemos optar por una actitud victimista, llena de dolor y de lamentaciones; o podemos reconciliarnos con ella y optar por tomar una postura ante ella mediante la toma de decisiones ante esta nueva situación vital.

Las psicólogas de la Unidad de Psico-Oncología de la Fundación IVO, Pilar Llombart, Rocío Romero y Ana García-Conde. Levante-EMV

El tratamiento de cáncer es largo y costoso. ¿Cómo de importante es cuidar del aspecto emocional del paciente durante el tratamiento? ¿Influye mantener una actitud positiva durante el mismo? ¿Cómo afecta a la salud mental de la persona afrontar un cáncer de mama?

Ana García-Conde: En el paciente oncológico, la enfermedad muestra una grave afección en el cuerpo que siempre va acompañada por un sufrimiento emocional más o menos importante, en función de los casos. Las situaciones a las que se va a ir exponiendo la persona y su entorno (diagnóstico e impacto, incertidumbre, miedo a los tratamientos, alteración de su vida, malas noticias, sufrimiento físico por los tratamientos…) van a alterar su dinámica emocional, por lo que es muy importante ofrecer recursos de apoyo para aliviar la carga física, emocional y existencial extraordinaria que tienen que soportar.

El cáncer de mama afecta fundamentalmente a las mujeres, que resultan ser en la mayoría de los casos la pieza angular de las familias. A veces, las mujeres con esta enfermedad se sienten culpables por no poder continuar asumiendo sus roles vitales, desorientadas por convertirse en cuidadas frente a cuidadoras y, en otras ocasiones, sienten mucha rabia por el shock emocional que les genera el diagnóstico.

Algunos pacientes sienten que se les exige estar siempre bien o “ser fuertes”, y eso les genera mucha presión e incluso rabia. Tener una actitud positiva implica ser consciente de la responsabilidad individual del auto-cuidado físico, emocional, social y espiritual.

¿Cuándo se debe acudir a la Unidad de Psicología? ¿Qué papel tienen los psicólogos durante todo el proceso que dura la enfermedad?

Ana García-Conde: El paciente acude a esta Unidad cuando existe sufrimiento emocional o cuando el equipo sanitario (o la familia) lo detecta.

El papel del psicólogo inicialmente es de evaluación, diagnóstico y tratamiento de las distintas alteraciones psicológicas que puedan surgir desde el diagnóstico al seguimiento e incorporación a su vida, o el final de la misma. El psicólogo, por su parte, realiza un trabajo de acompañamiento, orientación, asesoramiento y consejo en la resolución de conflictos y distintas problemáticas que surgen en el paciente y la familia durante el proceso (cómo informar a los hijos, toma de decisiones, etc).

¿Cómo ha afectado y afecta la pandemia al paciente oncológico?

Ana García-Conde: El paciente oncológico, con su enfermedad, ha comenzado a desarrollar la habilidad de gestionar el sufrimiento y los cambios vitales. También ha comenzado a asumir pequeñas o grandes pérdidas (de roles, de actividades, …). Todo ello hace que el impacto de la pandemia le afecte de manera diferencial, aunque destaca la percepción de doble amenaza, no solo por su enfermedad, sino ahora por otra enfermedad que podría supuestamente poner en peligro su vida de una manera definitiva. Si antes ya se sentía distante de su mundo, ahora esa distancia se multiplica, dado que siente que ha de estar doblemente protegido.

Por otra parte, las treguas en la libertad de movimiento a la población general le afectan poco, dado que en muchos casos viven en un confinamiento y aislamiento autoimpuesto por su enfermedad. Todo ello agrava los trastornos mentales pre-existentes, la soledad, el aislamiento social y familiar, el miedo al contagio y la incertidumbre de una realidad incontrolable.

El cáncer es una de las enfermedades que más miedo provocan entre la sociedad. ¿A qué se debe ese estigma y qué se puede hacer para evitarlo?

Rocío Romero: Se trata de una enfermedad muy temida, dado que en el pasado provocaba muchas muertes y sufrimiento. Apenas se nombraba la palabra, porque producía vergüenza en quien la padecía y rechazo alrededor. Afortunadamente, la sociedad ha ido cambiando en las últimas décadas, gracias a los avances en la medicina, y los nuevos tratamientos basados en fortalecer el sistema inmunitario del individuo y la quimioterapia suponen una nueva esperanza de vida, consiguiendo que las creencias y los mitos se modifiquen.

¿Qué tipo de terapias utilizáis y en función de qué aspectos?

Rocío Romero: Inicialmente, cuando la persona acude a nuestra consulta planteando su problema, dedicamos unas sesiones de forma individual a abordarlo. Parte de este primer acercamiento está dirigido también a reducir los síntomas de ansiedad, preocupación y confusión. El denominador común es el miedo a la incertidumbre, a que las cosas no vayan bien o a recaer, en el caso de que ya se haya superado la enfermedad. Una vez la persona se siente más aliviada y capaz de hacer frente a la situación, la invitamos a participar en sesiones grupales en las que utilizamos terapias de tercera generación, es decir, intervenciones más basadas en los valores y el sentido, las fortalezas y la oportunidad de vivir con la enfermedad integrándola en la vida, en lugar de querer cambiar las cosas.

¿Vuestro trabajo termina cuando el paciente recibe el alta hospitalaria? ¿Qué queda por hacer después de superar el cáncer?

Rocío Romero: Nuestro trabajo nunca termina, como tampoco ninguna ayuda, de cualquier índole. Aunque la enfermedad se haya superado, quedan los controles y seguimientos por parte del médico. Uno queda vinculado de por vida al hospital y hay que aprender a vivir con la incertidumbre, con las secuelas que dejan los tratamientos y con la sensación de que las cosas ya no van a ser como antes.