No hay peor contexto para que un equipo de fútbol o de cualquier deporte compita. El Valencia está gobernado por una propiedad que genera desconfianza y cada vez más rechazo entre los jugadores. Por no hablar entre sus aficionados. Peter Lim y Anil Murthy restan más que suman a los ojos de la plantilla. Hay más. Javi Gracia encima abrió una grieta en la única pared del club donde no la había. No hace ni dos semanas que el entrenador puso su cargo a disposición del club a pesar de las súplicas de los capitanes. El peor mercado de fichajes de la historia del club tuvo la culpa. El vestuario sabe, de boca del propio Gracia, que si continúa en el banquillo es porque no puede asumir el pago de los tres millones de euros que costaba su dimisión. Hay más. El tercer capitán Geoffrey Kondogbia ha declarado la guerra a Anil en su intento frustrado de salir al Atlético de Madrid como recambio de Thomas Partey. Ni siquiera viaja por unas supuestas molestias en el talón. Hay más. El centroafricano no es el único futbolista que se siente engañado y que se replantea su futuro a corto-medio plazo. Por muy grande que sea el Valencia no es fácil identificarse con un club sin proyecto, sin planificación deportiva y sin rumbo. Hay más. Esta tarde en La Cerámica espera el Villarreal y la sombra cada vez más alargada de Dani Parejo y todos los futbolistas importantes vendidos a lo largo de este verano. El Valencia tiene pocos argumentos a lo que aferrarse para creer de verdad en la victoria. Solo le queda y no es poco el sentido de pertenencia de tres capitanes de la casa como José Luis Gayà, Jaume Domènech y Carlos Soler que hoy más que nunca quieren tirar de brazalete contra el Villarreal y la crisis de Meriton. En este Valencia a la deriva siempre quedarán ellos.

Gayà, Jaume y Soler asumen la responsabilidad de tirar del carro en este momento crítico para la entidad. Los tres han demostrado con más hechos que palabras que sienten el club como propio. Siempre lo antepusieron por encima de todo. De no ser así, seguramente Gayà y Soler hace tiempo que no estarían en el Valencia. Ellos más que nadie están sufriendo este circo en el que se ha convertido el club. Les duele como a un aficionado más. Por eso más que nunca sienten la necesidad de dignificar el escudo en el campo y no dejar caer al equipo más. Ellos no se van a borrar. Darán la cara con el riesgo de que se la partan. Ninguno de los tres tiene la varita mágica para cambiarlo todo, el daño ya está hecho desde arriba, pero sí tienen la voluntad de dar un paso adelante y la capacidad para contagiar a sus compañeros. El Valencia en su historia reciente nunca necesitó ser un ‘EQUIPO’ más que ahora. Los tres lo saben y eso que las han visto de todos los colores durante los últimos años. La vuelta de Carlos al centro del campo aportará además una inyección de jerarquía, experiencia y fútbol al equipo. Soler estrenará titularidad después de sus primeros minutos contra el Betis con la obligación de ser todavía más importante sin Parejo, sin Coquelin y... sin Kondogbia. El otro nombre propio en el que el Valencia deposita sus esperanzas de ofrecer la versión competitiva, la del Reale Arena, es Gabriel Paulista. El regreso del brasileño, unido a las dos semanas limpias de trabajo defensivo en Paterna, deberían servir para recuperar seguridad defensiva.

El problema es que mientras el Valencia respira debilidad con sus ventas y problemas, el Villarreal se siente fuerte y empoderado con sus fichajes y su estabilidad deportiva. La clasificación, eso sí, no dice eso. Emery solo tiene un punto más que Gracia. Y si el Valencia es menos sin Kondogbia el Villarreal también puede acusar y mucho la baja de varios jugadores de peso como Gerard Moreno, Estupiñán y Chakla. Los amarillos tienen la etiqueta de favoritos, pero hasta a este Valencia decadente hay que respetarlo.