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Testimonios: "La regeneración natural es lentísima y los daños son cada vez peores"

Àlex Ruiz, alcalde de Bellreguard, apostó tras el último temporal por reducir el paseo marítimo y ampliar el alcantarillado para acabar con inversiones millonarias tragadas por el mar. Y evitar, también, males mayores.

Testimonios: "La regeneración natural es lentísima y los daños son cada vez peores"

Bellreguard, en la comarca de la Safor, lleva varios años sufriendo el efecto de temporales cada vez más virulentos. Como toda la costa mediterránea. El último, Gloria, dejó claro aquellos errores que no debían cometerse por enésima vez. Pese al aluvión de críticas, su alcalde Àlex Ruiz (Compromís) decidió no reconstruir el derruido paseo marítimo tal como estaba y recuperar terreno para el arenal.

Tras consensuar con la Demarcación de Costas, se optó por retirarlo 250 metros cuadrados en un punto y otros 110 en otro. «Se trataba de revertir al mar lo que era suyo», incide Ruiz. «Los daños cada vez eran peores, los aguaceros torrenciales cada vez más frecuentes en el tiempo, mientras que la regeneración de manera natural es lentísima», recalca. Cuando muchas autoridades reclamaban obras de emergencia para salvar la temporada turística, en Bellreguard se tomó otro rumbo.

Ruiz incide en que con este tipo de «medidas drásticas» perseguía algo más duradero, que no se llevara por delante la siguiente borrasca. «Ya sé que no son populares, especialmente para los propietarios de negocios o viviendas, pero hay que pensar a más largo plazo», explica. Acto seguido, además, remarca que la administración tiene una responsabilidad que no puede eludir. «Peor sería tener que lamentar pérdidas mayores que las materiales», reflexiona.

El alcalde de Bellreguard echa la vista atrás, hasta la década de los años ochenta, cuando ya se invirtieron millones de las antiguas pesetas en los sempiternos problemas en las playas, con estudios encargados a la Universitat Politècnica de València en busca de soluciones. «En el año 2016 se gastaron 175.000 euros arreglando destrozos y tras el Gloria, otros 560.000 euros», recuerda. Cada vez más dinero engullido por el agua.

«Ya sabemos que los puertos nos generan unos problemas, que los ríos no aportan sedimentos, y que la regresión no para. Eso lo sabemos, pero tenemos que ir a otros frentes para intentar que no se repitan los destrozos», comenta Ruiz. Además de un paseo un poco más reducido, se ha apostado por ampliar la red de alcantarillado, con una separación de las aguas residuales y las pluviales, y se ha renovado el sistema de bombeo. Todo en un intento por adaptarse a la nueva realidad.

"Buscamos variedades de frutales adaptadas al cambio climático"

Connecta Natura indaga en la memoria de las personas más longevas de la Serrà d’Espadà en busca de variedades frutales tradicionales. Abandonadas en su día, están adaptadas a condiciones más extremas.

En la memoria y las manos de quienes trabajaron el campo hace décadas está el futuro. La asociación medioambiental Connecta Natura inició hace unos años su particular batalla para buscar variedades frutales adaptadas a un escenario de estrés hídrico, o de cambios extremos en el clima, con bajadas de temperatura seguidas de días de mucho calor.

Los voluntarios de este colectivo recorrieron hasta siete pueblos dentro del Parc Natural de la Serrà d’Espadà para entrevistar a los que un día labraron las tierras. Y explica que fue el franquismo y sus particulares intereses quienes abocaron a un cambio en la agricultura de aquella época, redirigiéndola hacia un mercado de semillas y plantones determinado. Aquellos manzanos, cerezos o ciruelos que crecían incluso en los márgenes de los bancales se desecharon.

«Las variedades tradicionales son el fruto de un proceso de selección y mejora por parte de generaciones de agricultoras y agricultores de aquellos individuos (vegetales) que se adaptaban mejor a las condiciones edafoclimáticas y culturales de su entorno», señalan desde Connecta-Natura.

Recuperar balsas de riego

El biólogo ambiental Pau Agost-Andreu explica que persiguen «una transición ecológica que permita compatibilizar la actividad agrícola con la conservación del medio natural». Junto a él se encuentran también David Navarro-Miró, Javier Puig Ochoa y Alejandro Pérez-Ferrer. Alarmados por la pérdida de diversidad agrícola se pusieron manos a la obra hace apenas dos años, con la plantación de 66 árboles destinados a ser portainjertos para las variedades encontradas. Además, rehabilitaron balsas de riego casi olvidadas que ahora vuelven a funcionar. Recogen el agua de lluvia, como se hacía antaño, para disponer de un recurso cada vez más escaso en un territorio como el mediterráneo abocado a la aridez y la desertificación.

La iniciativa Empelts de la Memoria, un proyecto de conservación in situ, no está solo en esta aventura. Otro colectivo, Llavors d’Aci, lleva trece años también trabajando en la recuperación ambiental. Y en la liga figuran la ciruela Cascabel, la Claudia o el ciruelo de Yemas. O en el caso de las cerezas, la temprana de Sot, la Cristobalina, la de Rabo Larco o la Talegal. Pero no solo. También buscan preservar el algarrobo, el membrillo o el granado. En el marco de Mosaics de Vida, trabajan además en el aprovechamiento sostenible de los recursos naturales de la zona.

José, propietario del restaurante de la Alegría de la Huerta

"Los expertos han de decir si es mejor un cordón dunar, escolleras o algo similar"

Jose Miralles, dueño del restaurante La Alegría de la Huerta en la Malva-rosa, última mejoras en su local para hacerlo sostenible. Y pide consenso en el sistema dunar que proyecta el Ayuntamiento de València

Entre las actividades económicas con un alto grado de exposición a los efectos del cambio climático figura el turismo, especialmente el de sol y playa. El gran uso social hace que se dispare la vulnerabilidad de un sector que debe adaptarse a la nueva realidad que se proyecta, tal como destaca Jorge Olcina en los numerosos estudios realizados para la Generalitat Valenciana. No solo por el incremento de eventos atmosféricos extremos o la implacable subida del nivel del mar, sino por la sobreexplotación de los recursos naturales y la huella de carbono.

El Botànic no ha dudado en subvencionar la apuesta de los empresarios de la hostelería y la restauración por las energías renovables, en pro de una actividad más sostenible y respetuosa con el medio. En los últimos años, ha impulsado la instalación de paneles fotovoltaicos para autoconsumo, aerotermia para disponer de agua caliente o sistemas de domótica que garantizan mayor eficiencia y ahorro energético en los edificios.

En esa adaptación anda Jose Miralles, propietario del restaurante La Alegría de la Huerta, en la Malva-rosa de València. Aunque la peor parte de los temporales marítimos se la llevan las playas del sur, Gloria también dejó un reguero de desperfectos y toneladas de arena en el paseo marítimo hace diez meses. La afectación no fue tanta en este punto como en el resto del litoral, pero Miralles explica que los últimos años «el mar cada vez se aproxima más pero sin llegar a afectar en demasía a los locales».

En cualquier caso, señala que los restaurantes de la zona están a escasos meses de comenzar las obras para «adaptarse a los nuevos tiempos, que incluyen las medidas más avanzadas para la eficiencia energética y renovación para que sean lo más sostenibles posibles». En los nuevos proyectos «desaparece la mayor parte de hormigón, con una apuesta por materiales livianos como cristal y madera, más integrados también en el paisaje».

En cuanto al sistema dunar que plantea el Ayuntamiento de València, con una barrera natural que proteja las playas, Miralles reclama consenso. «Entendemos que hay que hacer un estudio muy amplio con expertos para saber si la mejor solución sería un cordón dunar, escolleras, o algo similar», apunta cuando se le pregunta al respecto.

«Lo que es seguro es que el paseo marítimo necesita una amplia reforma, pero sin llegar a cambiar su uso, ya que el ciudadano acostumbra a pasear con vistas y al cliente habitual de los restaurantes también le gusta comer en los locales viendo el Mediterráneo», defiende Miralles.

"Los parques inundables son como esponjas que laminan las avenidas"

Raúl Moure vive junto al parque inundable La Marjal, en Alicante. Es una infraestructura verde que actúa de aliada frente a lluvias torrenciales. Un modelo de resiliencia y adaptación al cambio climático. 

Menos hormigón y más soluciones basadas en la naturaleza. «La canalización de barrancos ofrece una falsa sensación de seguridad», apunta el geógrafo Samuel Biener, experto en cambio climático y riesgos naturales de la Universidad de Alicante. Buena prueba de ello es lo sucedido en la Ribera, cuando el Tramusser se desbordó en Benifaió provocando enormes daños en la Sisena. Frente a ello, señala como ejemplo de adaptación los parques urbanos inundables.

Raúl Moure, geógrafo como Biener, vive cerca de la playa de San Juan, una zona siempre expuesta a las inundaciones. Allí, el parque La Marjal «sirve como laminador de crecidas y absorbedor de grandes cantidades de agua por la ubicación orográfica». De hecho, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) seleccionó el proyecto, presentado por la Cátedra Aquae de Economía del Agua, como modelo de buena gobernanza en las ciudades para solucionar los retos del agua y el cambio climático. En concreto, el problema de los desbordamientos.

Se trata de un espacio verde multifuncional construido en 2015, destinado a aumentar la resiliencia al tiempo que pone a disposición de los habitantes de Alicante una zona de esparcimiento al aire libre, inspirada en los marjales que, además de amortiguar los efectos de precipitaciones torrenciales sirve de refugio para especies de vegetación y avifauna autóctona.

«Las canalizaciones de la zona desembocan aquí y cuando hay muchas lluvias las recaba en este recinto», explica Moure. «He podido comprobar que hace trabajo en inundaciones medias o medias altas, cuando no superen los cien litros», aclara Moure, máster en Planificación y Gestión de Riesgos Naturales por la UA. «Se debería apostar por estas iniciativas que resultan tan beneficiosas para la ciudadanía, las infraestructuras y el medio natural», incide convencido.

La Marjal cuenta con 3,6 hectáreas, con capacidad para recoger hasta 45.000 m3, y dos colectores. Además, el agua puede canalizarse para su depuración y posterior reutilización, principalmente para riego de jardines en toda una demostración de economía circular.

El lago de l’Albufera también ejerce una función similar de forma natural. Los expertos no se cansan de repetir las bondades de los humedales, capaces de actuar como escudos en temporales extremos cada vez más recurrentes. Ocurrió con el Gloria y ha vuelto a suceder con la última borrasca que azotó las localidades colindantes.

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