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La vida (lenta) tras la pandemia

El virus ha acelerado la urgencia por reorganizar las ciudades y hacerlas más sostenibles. Una vida de barrio, próxima y amable, como la de nuestros abuelos

València ha apostado por fomentar el uso de la bicicleta. f.bustamante F. Bustamante

Barrio de Russafa. Es miércoles por la mañana. Vehículos y bicicletas que van y vienen, vecinos que se cruzan y se saludan camino del trabajo o del mercado. Hay 5 personas en la parada del «7». Algo, aunque apenas sea perceptible, ha cambiado el paisaje en uno de los barrios con más vida de València. Un virus ha matado ya a casi un millón de personas en el mundo, nos ha confinado durante meses y nos ha obligado a plantearnos una nueva concepción de gestionar las ciudades, más cercana, en la que todo esté a mano. Vida de barrio de toda la vida. «Ciudades de 15 minutos», como se plantean algunas grandes urbes, con París marcando el camino, para dar respuestas al cambio climático, en referencia a que todos los servicios estén en un radio temporal de un cuarto de hora, a pie o a pedaleando. Ciudades, también, con menos espacio para los vehículos motorizados y que ensanchen la respiración de sus habitantes. «Este concepto lleva tiempo en el aire, pero ahora se ha acelerado. Con la pandemia nos hemos dado cuenta de que necesitamos hacer vida en los barrios y, que ahora que se ha restringido nuestra movilidad, están muy limitados», explica Andreu Escrivà, ambientólogo y doctor en Biodiversidad. Le pone nombres a los culpables del camino desandado en la deshumanización urbana: globalización y un urbanismo de «desparrame» que nos constriñó al uso del vehículo de combustión para desplazarnos casi a cualquier parte. «Nos creíamos que el progreso era coger el coche para ir al centro comercial, aunque este tuviera jardín y placas solares en los tejados, o para ir al colegio privado en las afueras», apuntilla Escrivà. «Es mucho más sostenible una ciudad de andar o pedalear que de coches eléctricos. Se trata de que todos tengamos todos los servicios esenciales y comerciales en un radio de quince minutos, porque disminuye las obligaciones de movilidad, permite más calidad de vida por las mejoras ambientales, además de reforzar la economía local y el contacto humano», añade. Este concepto de vida de corta distancia forma parte del plan de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, para reconvertir la capital francesa en una ciudad más amable, sostenible y eficiente, un concepto que va en dirección opuesta a la planificación urbana de los últimos 100 años , que separaba el espacio residencial del trabajo, el comercio minorista, la industria y el entretenimiento.

"Nos hemos dado cuenta de que necesitamos hacer vida en nuestros barrios y recuperar su energía"

Andreu Escrivà - Ambientólogo

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No sólo la ciencia ambiental tiene mucho que decir en la nueva forma de organizar la vida en las ciudades, sino también la sociología. «Vivíamos en un mundo de dilemas y ahora es de ‘trilemas’. La pandemia se cruza con el cambio climático, con la revolución tecnológica y con el envejecimiento demográfico, que ya nos obligaban a repensar y a vivir en clave 2050. Ese es el quid: hay que repensarlo todo, desde lo más pequeño, como el saludo, las relaciones personales y la economía. Sabemos que hay menos probabilidades de contagiarnos cuanto menos nos movamos. Son las reglas que vienen», explica Antonio Ariño, catedrático de Sociología en la Universitat de València.

Yoga y lectura en el Jardín del Turia deValència. p.calabuig

Su visión sobre ciudades más cohesionadas es más pesimista. «Como posibilidad, la movilidad de los puestos de trabajo obliga a que se muevan las personas que trabajan. Y revertir todo lo que se ha hecho va a ser difícil. En las grandes ciudades es complicado reconvertir estructuras de movilidad de manera global», añade el sociólogo, que establece una lucha encarnizada entre el bien (localización) y el mal (globalización) para el devenir del futuro. «Necesitamos proximidad, pero al mismo tiempo la pandemia ha mostrado fuerza global. ¿Cómo nos vamos a mover en este juego de lo global y lo local? Es el gran desafío. Hemos visto como durante semanas no había mascarillas, había un mercado salvaje. Tenemos que ser capaces de producir localmente. Pero falta liderazgo, energía social y política para el cambio. Es lo que no veo», apostilla.

"¿Cómo nos vamos a mover en este juego de lo global y lo local? Ese es el gran desafío"

Antonio Ariño - Sociólogo

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Crear urbes de corta distancia puede que sea fácil o no. Pero si ya era una necesidad, ahora es una cuestión prácticamente de supervivencia. La resiliencia a la pandemia de la covid-19 es, también, ocupar los espacios con eficiencia. «Necesitamos una vida más calmada, con menos estrés, con menos tiempo perdido en desplazamientos laborales, pero resulta atrevido decir cómo va a ser», afirma Ariño.

La visión del ambientólogo es más optimista: «Tenemos la responsabilidad de recuperarnos, porque hemos descuidado todo lo común que había en nuestro barrio. Por un lado nos movíamos mucho y por el otro nos encerramos en fincas que tienen piscina, gimnasio, jardín, pero hemos descuidado esa parte común que es la calle donde también hacemos mucha vida. Es el momento de sentir que la calle es mía, es de todos», apostilla Escrivà. «La pandemia nos ha dado más razones para construir las ciudades de una forma más cercana. Si tienes un urbanismo disperso solo lo puedes contrarrestar con transporte público o eléctrico, pero si puedes evitar que la gente se mueva... es lo que tienes que hacer. Aquí tenemos esa oportunidad. Es una ventaja, una riqueza. La trama urbana de València es patrimonio, es fortaleza», añade. «No soy partidario de recibir enseñanzas de la pandemia, no hay que agradacerle nada. Sólo tenemos que ser capaces de coger lo que hemos visto que nos ha gustado como escuchar los pájaros, respirar aire limpio o andar por la calle libremente y trasladarlo a una vida sin pandemia. Creo que sí que viene una forma de vivir más cercana en la ciudad. Algo que pasaba antes, pero que con este urbanismo que no se preocupaba para ofrecer espacios se ha ido perdiendo», reflexiona Escrivà, autor de Y ahora yo qué hago, una obra en la que invita a cada uno a huir de la culpabilidad y a pasar a la acción en la urgencia, ahora precipitada con la pandemia, de cambiar el mundo ante las urgencias climáticas.

¿Están preparadas las ciudades para tenerlo todo a mano a un máximo de 15 minutos? Depende de muchos factores. València parte con ventaja. Ha apostado fuerte por ganar espacio al peatón y al ciclista. Falta por ver si el tejido económico de barrio tiene suficiente músculo para el desafío. «Primero, por su condición de urbe mediterránea, compacta como lo son también Málaga o Barcelona. Son ciudades muchísimo más eficientes a nivel energético, ambiental, de servicios, que las dispersas, como pueden ser Los Ángeles o las ciudades anglosajonas, pensadas para los coches», apunta el doctor en Biodiversidad.

"València se había enfocado hacia el turismo. ¿De qué fuentes de ingresos vamos a vivir? Tenemos que ver si en una economía globalizada somos capaces de reinventar formas de vida como sociedad en todos los niveles"

Antonio Ariño - Sociólogo

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Es hora de que las ciudades piensen más en sí mismas y menos en el visitante. «València se había enfocado hacia el turismo. ¿De qué fuentes de ingresos vamos a vivir? Tenemos que ver si en una economía globalizada somos capaces de reinventar formas de vida como sociedad en todos los niveles», reflexiona Ariño.

¿Qué piensan los vecinos? «Este barrio tiene mucha energía. Yo no salgo de aquí para comprar, aunque para ropa y alguna que otra cosa lo hago online. Sólo noto que algunas tiendas que vivían del turismo han cerrado. Hoy mismo he visto una de alquiler de bicicletas que ha chapado», explica Carmen, que vive a 50 metros del Mercat de Russafa.

La idea es hacer la vida urbana más agradable, ágil y flexible creando servicios de proximidad para todos. «La vida de barrio, ¿es posible? Yo diría que es deseable. Estamos también ante un gran desafío al sentido de convivencia, de sociedad. Por más veces que se ha anunciado que saldremos juntos, estamos cada vez más separados. La vida de barrio significa, también, igualdad y cohesión» sentencia Ariño.

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