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La Mostra, de Medeiros y el barco de Chanquete

Maria de Medeiros

La 35 edición de la Mostra de València. ¡Cuánto tiempo! Me acuerdo de las primeras ediciones. El Mediterráneo como espacio cultural y humano. Y político: nada se escapa a lo político. Nada. Con el acompañamiento de la literatura y la música, aquellas ediciones en que había más ilusión en juego que ninguna otra cosa. Nada era fácil entonces. Ya sé que ahora tampoco, pero entonces todo lo celebrábamos, más que en el mundo real, en el de los sueños. Sacar a la palestra un cine, una música, una literatura al margen de los circuitos acomodaticios y homogeneizadores del mercado exigía un titánico esfuerzo a contracorriente y a contratodo. Pero había que inventar otra cultura que no fuera la del franquismo. Y la Mostra jugó un papel fundamental en esa invención para aliviar los desmanes de la dictadura.

De aquella Mostra de València a ésta que ahora se celebra ha pasado mucho tiempo. Cosas buenas y malas, como es la vida aquí y en todas partes. Aquella apuesta por una cultura común, lejos de los centros donde se decide todo, sigue en marcha. El PP cerró esa hermosa aventura, después de degradarla hasta el infinito. Un grupo de gente entusiasta la recuperó desde lo civil con una pasión admirable, y luego el Ayuntamiento de València -ya con el cambio de gobierno- recogió el testigo para volver a las bellas andaduras de los primeros años. Esta edición estará marcada por las poco gratas circunstancias del pangolín. Pero eso no impedirá que las películas, la música, la literatura ocupen los días hasta el 1 de noviembre. Vivo apartado de casi todo desde hace siglos. El mundanal ruido ensordece cada día más, aunque ahora ese ruido ande una miaja amortiguado por los necesarios protocolos que exige la pandemia. Ni siquiera sé si, para los días de la Mostra, la pereza me anclará en Gestalgar, como si fuera el barco vintage de Chanquete y su verano. Pero el esfuerzo del equipo organizador y de la política que lo empuja merece que la gente se anime y no se pierda su abultada programación, eso sí, sin olvidar las distancias previsoras y las mascarillas azules, hawaianas o de pato, las que más les gusten.

Otro punto a tener en cuenta es el homenaje a Maria de Medeiros. Recibirá este año la Palmera de Honor de la Mostra. Miras a esta mujer y no sabes de dónde saca esa energía que cortocircuita lo que hace, lo que toca, lo que dice. Mira lo que la rodea y es como si se preguntara en todo momento qué hace ahí, por qué está precisamente ahí, comiéndose la cámara con los ojos, y no en el otro extremo del mundo. Tenía veintinueve años cuando se puso a volver loco a Bruce Willis en Pulp Fiction, y aún unos pocos menos cuando hizo de Anaïs Nin para recorrer con Henry Miller el París de hace un siglo, cuando todo giraba alrededor de Gertrude Stein y su cetro de reina madre por las plazas y cafés de la Rive Gauche. Pero me quedo con Capitanes de abril, la película que interpretó y dirigió hace ahora veinte años y que me sigue conmoviendo como el primer día, aunque la haya visto tantas veces como Casablanca y A bout de souffle. La revolución de abril en Portugal. Qué lejos aquel 1974 que cantaron el inolvidable Zeca Afonso y Lluís Llach. Las dictaduras española y portuguesa andaban de la mano como un dúo cruelísimo de violencias a destajo. El callado traqueteo de los tanques, un ejército que taponaba con flores en vez de con balas los fusiles, una historia de amor que en la película cuenta la voz de una mujer que nacería cuando las canciones volaban por las calles de Lisboa, hacia ese puerto hermoso de la tan ansiada libertad y la esperanza colectiva.

La Mostra de València-Cinema del Mediterrani está aquí de nuevo. La vida y la muerte son formas de vivir en las aguas de un mar que fue tranquilo, gangrenado ahora por un trapicheo moral que nos aterra. La cultura de la igualdad, en medio de una rica diversidad que ennoblece lo común, sigue presente en esta edición que nadie debería perderse. Por mi parte, a ver si me animo a sacar de su anclaje insobornable el barco vintage de Chanquete y su verano.

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