Cuando un cliente entra en un bar, ya no sabe muy bien a qué normas atenerse. La confusión tras meses de indicaciones e imposición de medidas para frenar al virus desnorta también a los propietarios y encargados de los bares y restaurantes, que no saben a qué atenerse. Aunque entienden que todas las medidas se implantan con un fin común -hacer frente a la pandemia- asumen con cierta resignación cada nueva norma. «Es otra adaptación forzosa», señaló ayer Francisco Javier, camarero del bar Los Malagueños.

En este local, donde antes debió haber casi una decena de taburetes en su barra, ahora solo hay tres con una buena distancia entre ellos. «Si no cumplimos las normas, moriremos todos», dice.

En Los Malagueños, los taburetes están así desde que se permitió consumir en el interior de los bares en el marco de la desescalada y así han permanecido. En este bar no hará falta reorganizar la barra, pues ya está dispuesta para cumplir con las nuevas medidas que la Consellera de Sanidad, Ana Barceló, anunció ayer: en los bares y restaurantes se prioriza el servicio en mesa y solo se podrá servir en barra siempre que se pueda mantener la distancia de 1,5 metros entre clientes o grupos de clientes que, además, no podrán ser de más de cuatro personas.

Lo cierto es que Francisco Javier advierte que los clientes no han vuelto a las barras con la misma asiduidad con la que lo hacían antes. «Hace unos meses, antes de la pandemia, se sentaba mucha más gente que ahora», asegura. De nuevo, la confusión invade al consumidor sobre lo que se puede o no hacer dentro de un local. «De entre todas las cosas, la gente prefiere la terraza y, si no, escogen una mesa del interior», explica.

Esa misma dinámica se sigue en el De Pe a Pa. Su camarera, Teresa, cree que la clientela se resentirá porque en su barra se sienta, habitualmente, «mucho parroquiano». Son clientes habituales que tienen reservado un taburete en la barra y Teresa lamenta que ahora, con las nuevas imposiciones, el equipo de camareros «tengamos que hacer de policía»: «No somos agentes, hay una gran parte de responsabilidad civil. Llegamos hasta donde se puede, pero no podemos perseguir uno a uno a todos para que cumplan las normas. Todos conocemos los riesgos», explica.

De hecho, respecto al matiz de la norma que entrará en vigor donde se avisa que los grupos «no podrán ser de más de cuatro personas», Teresa cree que será difícil porque los parroquianos de su bar se conocen y se relacionan entre ellos. «Nosotros no podemos hacer interrogatorios sobre la esfera privada de las personas para saber si son amigos o convivientes», lamenta la camarera.

En el caso de este bar, las medidas implantadas desde verano no le han afectado en exceso porque antes de la pandemia ya se encargaban de tener mucha distancia entre mesas. Mientras, en el bar Rocky Road, su propietario Jesús entiende todas y cada una de las medidas que se dictan. «Las restricciones son necesarias», explica tras el mostrador. En su caso, solo dos taburetes pueblan la barra y asegura que solo se utilizan algunas mañanas, pero no es el lugar más cotizado de su propiedad.

En su caso también fueron dos la mesas que tuvo que anular con las restricciones de distancia entre clientes de mesa a mesa. Entiende que la pandemia debe frenarse con medidas como estas.