Cuenta Vicente Berenguer Llopis que el gobierno marxista de Mozambique recelaba y creía que podía ser un infiltrado de la Iglesia, pero, al mismo tiempo, la jerarquía eclesiástica no terminaba de entender que él, un misionero, formara parte del ministerio de Educación mozambiqueño. Pero este teuladino, que ha pasado 50 años en el país africano, seguía a lo suyo, que era abrir más y más escuelas y hacer posible que los niños y jóvenes pudieran estudiar y escapar de la pobreza.

«La auténtica revolución es la educación», proclama Berenguer, que desde 2017 vive en Gata de Gorgos con su hermana Paquitina (este pueblo lo acaba de nombrar hijo adoptivo, titulo que ya le dio el Ayuntamiento de València) y que está deseando que pase la pandemia para regresar a Mozambique. «Teníamos el billete prácticamente comprado y llegó el coronavirus. Estamos construyendo cinco aulas en un instituto en los suburbios de Maputo y tenemos que llevar ordenadores para la clase que será de informática», afirma este misionero de 83 años.

Llegó a Mozambique en 1967. Apenas tenía 30 años. El país era una colonia de Portugal y ya luchaba por su independencia, que obtuvo en 1975. El misionero de Teulada vivía con los nativos y entendió en seguida que la mejor vía para que salieran de la extrema pobreza era darles estudios. «Había una gran desigualdad entre los nativos negros, que vivían en la total pobreza, y las clases dirigentes blancas», recuerda. El régimen colonial lo consideraba sospechoso. «La policía me llegó a interrogar cinco veces». Pero él estaba consagrado en abrir escuelas.

«Aquellos niños no tenían nada. Sus padres habían ido a trabajar a las minas y muchos habían muerto. Los chicos paseaban por las calles. Pensaba que la forma de darles un futuro era facilitarles los estudios. Ahora me escriben y son abogados y médicos», explica el «padre Berenguer», que es como lo conocen en Mozambique.

Cuatro días preso

Cuando el país africano logró la independencia, fue nombrado director del Instituto Industrial y Comercial de la ciudad de Tete, donde daba clases de economía política e historia. También formaba parte del ministerio de Educación que dirigía Graça Machel. El misionero teuladino seguía defendiendo contra viento y marea a sus alumnos y no tenía miedo de enfrentarse al entonces gobierno marxista. Llegó a estar cuatro días preso. Pero también viajó como representante del ministerio de Educación mozambiqueño a Cuba. «Imagínate, ¡un sacerdote que representaba a un gobierno marxista en otro país marxista! Les chocaba que en mi pasaporte constara que era un religioso católico. Y me preguntaban: ‘¿pero usted es cura de los que da misa?’ Les decía que mientras su ideología propugnara que la educación debía ser para todos íbamos a estar en el mismo bando, ya que eso es también lo que dicta mi fe».

Con ayudas de España (la ONG Amics del Tercer Món aportó algo más de un millón de euros) y de Alemania, Vicente Berenguer siguió abriendo escuelas y fundó también el centro de secundaria «Eduardo Mondiane», donde ahora hay 4.437 alumnos y 245 jóvenes se han graduado en el último curso en bachillerato.